Cuando empecé
este blog, nunca imaginé que lo iniciaría con una tragedia que ha hecho eco por
España, y en concreto en Barcelona, donde resido.
Ayer, lunes 21
de abril de 2015, un alumno de secundaria irrumpió en su instituto con una
casaca de camuflaje, un cuchillo, una ballesta, una lista de gente para acabar
con su vida, y material para fabricar un cóctel molotov. Hirió a tres alumnos y mató a un profesor hasta que intervinieron los Mossos d’Esquadra (policía
autonómica de Cataluña) y lo escoltaron a un hospital. La ley española no castiga a los menores de catorce años, pero eso no quiere decir que se desentienda: este inaudito delito quedará en las manos de los asuntos sociales.
Yendo más allá
del funcionamiento penal español, hay otros datos que pueden pasar inadvertidos.
No sabemos
cómo, ni porqué, la Generalitat (gobierno catalán), ha emitido en
los medios que el joven de trece años sufrió de un brote psicótico.
Sin embargo, si
un especialista de la salud mental entregó un documento clínico al gobierno
catalán, argumentando dicho brote psicótico, cabe argumentar que es posible que
no lo sea:
Un brote
psicótico es tan espontaneo como un explosivo, y se relaciona con las alucinaciones, y pocas
veces se debe a las drogas, y raramente con los trastornos de
personalidad. Un brote psicótico no se premedita con un comportamiento tan
organizado como la elaboración de una ballesta casera con sus respectivas
flechas, y mucho menos con victimario perfectamente definido. No obstante, el objeto de este post no es
darle protagonismo a este joven y al posible (y dudoso) brote psicótico, en realidad, quiero hablar de la
estigmatización de los enfermos mentales.
Cuando
hablamos de la salud mental, más de uno, y más de dos, puede volcar en su
memoria la oscura imagen de un sombrío manicomio, lleno de espeluznantes
enfermos deformados, que más que enfermos, parecen monstruos perversos envueltos
en delirios. Puede, que las pobres ideas respecto las enfermedades mentales que
tenían nuestros antepasados, se hayan mantenido como una duradera cicatriz
hasta el día de hoy. A veces olvidamos que nadie es psicótico, que tiene una
enfermedad psicótica; del mismo modo, nadie es griposo, tiene gripe.
Ejemplo de estigmatización de las enfermedades mentales
El paciente psicótico A puede ser una excelente persona, con la que hablar de cualquier tema, e incluso compartir cálidos momentos inolvidables; sin embargo, puede que el paciente psicótico B sea tan retorcido como una espiral de pinchos. La maldad no está en la lista de síntomas médicos ni en los manuales de psicología, y mucho menos, en los que comparten alguna enfermedad mental. Recuerden que la maldad es otra cosa hecha de pequeñas y escurridizas piezas, a veces morales, y a veces humanas, que la medicina actual no puede curar, y muchas veces uno mismo podrá prevenirse de ella haciéndose un profunda pregunta: ¿cuánto de mala es mi actitud?
Si te ha gustado este post, agrégame a mis redes sociales. Te escribió Dave Fear, y te deseo buenas tardes.
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