martes, 21 de abril de 2015

El Mal



¿Cómo llegó la humanidad a crear el mal y el dolor ajeno? Para entender el mal, es necesario desglosar cada capítulo de la humanidad.

Remontémonos a la prehistoria, en el instante que los hombres tenían más similitud con los simios que con los humanos. Ellos se alimentaban frutos con el prueba y error, cazaban animales o les tendían trampas, eran nómadas, y cuando alguien de su tribu caía, tenían que dejarlo atrás siempre y cuando fuera un lastre para la manada. Cuando el largo pasar del tiempo los hizo recolectores y comerciantes, incluso enterraban a sus caídos y había cuidados a los niños y ancianos.


¿Existía el mal en ese entonces? No existía.

Cuando surgió la escritura, todo dio un giro brusco: el cerebro se ensanchó, el homosapiens era más astuto que nunca, y sin embargo, también fue el más supersticioso. Pero el mal en el mundo emerge como el inicio de una virulenta y dolorosa ampolla en la carne, cuando nace el esclavismo, la depravación, y el dinero. Pero no todo fue como un cuento de terror en esa época: los griegos aportaron una carga excepcional a la filosofía, los romanos demostraron ser inspiradores arquitectos, y los chinos se lucieron con sus inolvidables inventos.


Todo eso duró hasta que cayó el imperio romano, y empezó la edad media. Existía el mal más que nunca, y la inquisición se encargó de marcarlo para toda la eternidad; no solo los católicos consiguieron hacer el mal, las guerras, el hambre, y las enfermedades desolaban áreas enteras. Hasta que aparecieron una nueva clase social no tan reputada como los nobles, pero sí igual o más poderosa que ellos: los comerciantes: personas sin privilegios, pero con mucho dinero, que por supuesto podía ser vil e inmoral como el que más cuando quería más.


La edad moderna llegó cuando las fronteras se expandieron, cuando después de una larga travesía se descubrieron las Américas, y dejando de lado las escaramuzas, traiciones, mentiras, y corrupción a todos los niveles, hubo una lucha sin tregua para hacerse con el oro indígena de lo que ahora conocemos como Suramérica. Eso sí, en algunos países como España aún existía la inquisición y duros castigos medievales, torturas, injusticias, penas de muerte por doquier, etc., hasta que llegó el momento histórico que nos cambió a todos: la revolución francesa. 


Con la revolución francesa nació la edad contemporánea. ¿Creéis que desapareció el mal aunque cambiasen muchas cosas? Solo algunas y para algunos, y tuvieron que desatarse muchos tabús y viejas cadenas con nuestro triste pasado, para que el mundo hiciera un cambio radical, un intento del bien común, que hasta hace muy poco estuvo presente en todo el mundo: la revolución industrial. Máquinas de vapor; industria textil; avances reales en medicina; seguridad social; inventos muy rudos para nosotros, pero increíbles e inauditos para su época. Sin embargo, seguía existiendo el mal, y el jefe era dios, los secretos se guardaban, la información y la formación no llegaban ni a la mitad de quienes debían disfrutarla, resultando nuevamente, que el dinero podía ejercer el mal contra los más desfavorecidos.


En la actualidad, el mundo funciona mucho mejor; según se mire, y según el contexto que hablemos. Por ejemplo, es sabido que en Estados Unidos, que es la superpotencia mundial, con grandes avances y relevancia importantísima, carece de un sistema de seguridad social para cuidar de los suyos. Europa sigue alistando desaprensivos y avariciosos políticos, banqueros, y gente que según se mire puede considerarse criminal. Y aunque medio mundo no funciona al ritmo arrollador de países como Islandia, Noruega, Suiza, o Japón, todo señala que habrá una nueva revolución muy pronto. Pero quizás esta vez no sea un sanguinario ajuste de cuentas masivo como en el pasado, quizás sea una revolución moral, donde si no todos, sí muchos, serán partícipes de ese gran cambio.


Para salvar al mundo del mal, debemos conocerlo, identificarlo, saber su morada y desenmascararlo de una vez por todas.


En este post se ofrece otro punto de vista sobre el mal, pues el mal existe, pero quizás no es como lo imaginemos.

EL VALOR DE LAS COSAS:

Apreciemos que nuestro mundo rota alrededor del valor que le damos a las cosas; que seguro que son muchas y diversificadas entre cada uno de nosotros. Sin embargo, solo hay cinco cosas con valor real y absoluto para la vida humana, porque sin ellas no podríamos vivir.


Este razonamiento nos hace recordar, inevitablemente, que los seres humanos llegamos al mundo con tres objetos de incalculable valor que no se desapegarán de nosotros hasta el fin de nuestra existencia.

Por debajo de todo ello están el estatus social, el sexo, la ley, y la seguridad.


Si un libro no es más que tinta ordenada en láminas de papel, el dinero puede traducirse como tinta garabateada en papel. Ambas cosas tienen el valor personal que queramos darle, ni más ni menos. Cada posesión que acumulamos el resto de nuestra vida tiene exactamente el valor que queramos. Un diamante gigante tiene el  valor que tú le quieras dar, pues no es más que un trozo de piedra blanca muy dura.

¿Demasiado simple? Pues ahí es donde nace el mal, donde se engendra el origen de nuestros problemas.

Si el problema es el dinero, lo traduciré todo a dinero: “Si posees todo el dinero del mundo (unos 60 billones de dólares), puedes comprar todos los negocios, todos los barcos, todo el caviar, y todos los hospitales. No obstante, cuando te des cuenta que tu tiempo se agota, que morirás, descubrirás que no puedes comprar segundos de vida, que un solo segundo de tu vida tiene incalculable valor.” 

Si un segundo de tu vida tiene un valor de 60 billones de dólares, desde que pisas este mundo tu vida es una terrorífica catástrofe financiera. Si cobras 30 dólares por una hora de trabajo, y 1 segundo tiene un valor de 60 billones de dólares, por cada hora de trabajo estás cambiando 180 billones de dólares en valor tiempo, por 30 dólares en papel.

NO. No es un razonamiento engañoso, porque el trabajo consiste en cambiar legalmente tu cuerpo, tu mente, y tu tiempo de vida, por un puñado de papel garabateado. Desde el momento que el dinero nos separó, cada día nos persigue esta absurda realidad, como una persistente enfermedad de rectangular papel verde. Intercambiamos posesiones de incalculable valor por papel, y a ello dedicamos toda la vida.

En ningún momento dije que trabajar fuera malo: es necesario. Trabajar para subsistir. Pero recuerda que miles de años atrás, antes que existiera el dinero: la comida, el aire, el agua, y el entorno, estaban en libertad para cada uno de nosotros, como obsequio del verdeazulado planeta tierra. Sin embargo, miles de años después necesitamos malvender nuestro cuerpo, mente, y tiempo de vida, para llegar a estos recursos. Pues unas personas con mucho dinero cogieron el mayor regalo de la naturaleza, y le pusieron un precio llamado progreso. Deja de engañarte: esto no es progreso, es esclavitud, y tus cadenas son el dinero.

Tu familia y tu escuela te programaron así: intercambia tu cuerpo, tu mente, y tu tiempo de vida por papel. Y, una vez que dejas de valorarte a ti mismo, dejas de valorar a los demás, y crees que pueden reemplazarse por dinero. Y no solo eso: si todo puede intercambiarse por papel, ¿qué te impide quemarlo todo, si es tuyo? Este es el origen del mal.



Desde el momento que este pensamiento, este virus, colonizó nuestras mentes, se escondió en tradiciones, religiones, leyes, creando patrias y fronteras, y cantando himnos, y alimentando absurdos prejuicios. Lo peor de todo es que persigue la libertad, y la deshumaniza. ¿Cuál es la única manera de destruir este mal? Toma conciencia del auténtico valor de las cosas, porque cada segundo de tu vida vale más que todo el papel del mundo. Tu libertad individual es más valiosa que todas las leyes de la historia. Tus piernas valen más que todos los coches del mundo, porque no puedes fabricar otras piernas. Tu amor es el guía que te lleva a la cima, y es mucho más puro que cualquiera de las absurdas religiones y dioses inventados.

Para cambiar el mundo hace falta una revolución moral. ¿Estás dispuesto a luchar?

Seas quien seas, y de donde seas, tu valor es incalculable.

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