Las redes
sociales son el nuevo escenario donde miles de jóvenes, a veces movidos por el
impulso, a veces por asistir a la llamada de atención, o puede que por el hecho
de imitar al grupo, realiza alguna de las conductas más repetitivas y
espontáneas que no dejan impasible al mundo.
Las selfies no son un fenómeno nuevo. Los
primeros que hicieron su autorretrato datan muchos siglos atrás, y desde que
aparecieron las primeras fotografías, los que sintieron admiración hacia la
imagen y el arte, no dudaron en practicar la autofoto. La novedad selfie solo está en el libre acceso a
las redes sociales y los sistemas integrados de telefónia.
¿Y si algo tan
inofensivo como las selfies, se
vuelve un deporte de riesgo? Sé que suena descabellado, pero
este fenómeno dejó las calles, las escuelas, y las oficinas, para aventurarse
en los lugares más peligrosos o inoportunos; hay lugares donde el “click” de tu
cámara puede matarte. Estas selfies
son la medalla olímpica a la temeridad; tus contactos de las redes sociales
podrían admirar tu valentía si te vieran en alguna de ellas, ¡pero ojo! Si algo
sale mal, recuerda que puede ser la última foto donde se te pudo ver con vida.
Una práctica
masiva e inusual, siempre despertará el interés más recóndito del marketing y
la publicidad; que no os quepa duda que ahora mismo se entraman concursos con selfies para la fidelización de clientes,
para vender el mismo producto pero de otra marca.
Sin embargo, una
respuesta rápida y asegurada de la ciudadanía tiene sus contrapuntos: si uno no
es capaz de anticiparse a la reacción humana, lo que iba a ser una campaña de
marketing muy elaborada, puede descontrolarse y tornarse contra uno mismo. El
ejemplo de BCE (Banco Central Europeo) habla por sí solo:
El BCE incentivó
un concurso selfies con un apetitosos
premios, aumentando así, su prestigio y acercamiento a la sociedad. Pero nada
de eso ocurrió. Los usuarios que participaron cargaron con las más mordaces selfies, con nítidas intenciones de
criticar las políticas de la BCE, y con innumerables autofotos que destrozaron irreparablemente
la campaña; ese fatídico momento no solo fulminó la imagen y prestigio de la
BCE para muchos años, o para siempre, también demostró que las selfies pueden enviar mensajes
contundentes. Algunos ejemplos:
Algo quedó
claro a raíz de esa experiencia: el marketing tiene mucho que aprender de las preocupaciones
de la ciudadanía, y las grandes corporaciones se lo pensarán dos veces, se
pondrán realmente en la piel del consumidor, cuando catapulte una costosa campaña.
El fenómeno selfie no entiende de límites ni de
fronteras. Ni tampoco de oficios predestinados al cuidado de los necesitados.
La perturbada enfermera italiana Daniela Poggiali, de cuarenta y dos años, tras
inyectar cloruro de potasio y matar a treinta y ocho pacientes, fue detenida y,
en su teléfono, se hayaron selfies de
sus víctimas justo antes de morir, y en algún caso, cuando habían fallecido.
Las primeras horas de interrogatorio negó todos los hechos; más tarde alegó la
escalofriante cita “me resultaban molestos”.
Cuando el mal se
cuela en una selfie, es menester
recordar que el bien también puede hacerlo. Existen diferentes iniciativas promovidas
por las selfies que rechazan la
violencia, y apoyan a los que padecen enfermedades raras, bajo la imagen de algunos famosos cineastas, hasta
gente como tú o como yo, dejando de ser de uno de nuestros hobbies, para ser
realmente algo admirable y, posiblemente, útil.
Para todos
aquellos que practican esta tendencia, deseo que hayan descubierto en este post,
que hasta la más insignificante foto tomada desde cualquier punto de la tierra,
en mano de cualquier persona corriente, puede hacer algo más que decorar las
redes sociales.
Esta selfie es la que se ha ganado mi corazón.
Si te ha
gustado este post, agrégame a mis redes sociales. Te escribió Dave Fear, y te deseo
buenas tardes.
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